El momento mundial los pone contra la pared y les mete la mano al bolsillo, así con el presupuesto disponible hacen lo que hay que hacer. Esta restricción los lleva a ser muy objetivos y concretos en aquello que quieren lograr. Lo único que nunca dejan de hacer es vender.
Listos a escuchar clientes de cualquier latitud o canal , desarrollan para ellos productos a medida. Sin temor, pues el único miedo al que le dan importancia es el miedo a no vender. Esta importancia los convierte en el diván de los clientes , y cada cliente deposita en ellos un secreto : que quieren y cuanto pueden pagar por lo que quieren. Esta información si se toma de una investigación tradicional puede tener un gran sesgo, sin embargo cuando se toma de primera mano es un mandato del mercado y nuestro empresario Pyme lo sabe.
Una vez escuchado el cliente, comienza el proceso de construcción de la oferta en el que se construye tal cual, lo que ha pedido el cliente y se lleva a un sistema de costos, donde lo que finalmente se logra es disminuirlos, pues todos los costos fijos se dividen en un mayor número de unidades. ¡Si! Como si fuera un milagro , el escuchar al mercado comienza a premiar la iniciativa Pyme. Este sistema tiene formas específicas de nombrarse pero de cara a lo que aprendemos de nuestros empresarios lo último es el nombre. Ellos solo tienen tiempo de hacer lo que se va a vender.
Nuestro Pyme camina por la ruta de la productividad, atento y sin miedo a incrementar el número de turnos mientras garantiza multiplicar el número de unidades entregadas.
Una Pyme responsable en un país en el que no hay mucho campo de acción para el trabajo, es básicamente un socio del estado y sus ciudadanos que permite construir un mejor futuro.
Hay espacio para todos, hay un mundo para producir y vender, identifica el escenario en el que puedes moverte mejor sin atropellar tu realidad, ni perjudicar tu marca o tu línea de producción.